Editorial Cuneta

Reseña de «Caperucita se come al lobo» de Pilar Quintana, por Rodrigo Pinto

Oops! Volvimos de vacaciones y casi, casi se nos escapa esta reseña que el crítico Rodrigo Pinto escribió para la Revista del Sábado:

Caperucita se come al lobo

Quintana (1972) entrega en este libro una serie de cuentos ágiles, desenfadados (aunque hay uno terrible) y de un intenso erotismo vinculado al deseo, al impulso repentino, al juego, a la pérdida del control, al fetichismo y hasta a la violencia…»

Un hecho destacable del catálogo de Editorial Cuneta es que suele incluir escritores latinoamericanos: Mario Bellatin, César Aira y Andrés Neumann, por ejemplo. A ellos se suma ahora la colombiana Pilar Quintana, con el valor adicional de que es mucho menos conocida en Chile, y cualquier intento de hacer más permeables las fronteras literarias es bienvenido. Quintana (1972) entrega en este libro una serie de cuentos ágiles, desenfadados (aunque hay uno terrible) y de un intenso erotismo vinculado al deseo, al impulso repentino, al juego, a la pérdida del control, al fetichismo y hasta a la violencia. El olor fuerte e intenso de las axilas de un hombre es el detonante del ardor en el primero, que se llama, precisamente, «Olor». El segundo -«El hueco»- representa la conjunción brutal entre la arista del deseo incontenible y la omnipotencia despiadada de los señores colombianos de la droga. «Violación» se adentra -sin más culpa de la que está contenida en el título- en el espinoso asunto de las relaciones sexuales con menores de edad. «Caperucita se come al lobo» es, a mucha distancia, el mejor del conjunto, por su humor desatado y la graciosa perversidad de un personaje que en algún momento escribe: «Yo no soy tan sucia. Pero lo era». «Amiguísimos» juega con esa extraña frontera entre amistad y compañía sexual, entre el deseo que fluye y la contención dictada por la existencia de otro tipo de relación entre una mujer y un hombre. El último, «Una segunda oportunidad», pasa casi sin sobresaltos de la infidelidad y la violencia al territorio de lo real maravilloso, por decirlo de una manera tan presente en la narrativa colombiana. Escritos con un estilo llano, sin aspavientos, con un desarrollo que normalmente (aunque en alguno ocurre) no desemboca en lo previsible y que mantiene viva casi en todos la cuerda del humor en personajes capaces de reírse de sí mismos, los cuentos rápidos de Quintana responden, claro, al concepto que preside el nombre de otro volumen de cuentos suyos, El coleccionista de polvos raros. «Todo lo hicimos con desesperación y abandono, y no creo que fuera sólo por el peligro o porque fuera nuestra primera vez, sino porque en el fondo sabíamos que también era la última», dice el protagonista de «El hueco»; y es que así funciona ese impulso tan difícil de asir y sobre todo tan impredecible que es el ansia del otro, del cuerpo del otro.

 

Aquí pueden leer la reseña en su versión original y comentar.

¡Feliz regreso a la ciudad!